Inteligencia Artificial y entornos rurales: una oportunidad histórica para los pueblos
Un recorrido por cómo la Inteligencia Artificial puede transformar la vida en los pueblos: agricultura, servicios municipales, turismo, oportunidades laborales y calidad de vida en el medio rural español.
La Inteligencia Artificial también es para los pueblos
Durante mucho tiempo, cuando alguien decía “Inteligencia Artificial”, la imagen que nos venía a la cabeza no era precisamente la de una plaza de pueblo. Pensábamos en Silicon Valley, en rascacielos de cristal, en gente con bata blanca o en universidades lejanas. Todo eso existe, claro, pero con el paso de los años ha empezado a pasar algo curioso: la tecnología se ha ido acercando a sitios donde, en teoría, nadie contaba con ella.
Hoy cualquier persona con un móvil en el bolsillo tiene más capacidad de cálculo que muchos ordenadores de hace apenas dos décadas. Da un poco de vértigo decirlo así, pero es la realidad. Y en ese contexto es normal que nos preguntemos: si la Inteligencia Artificial ya está ayudando en hospitales, empresas, universidades o incluso en explotaciones agrícolas enormes, ¿por qué no iba a poder ayudar también en un pueblo del interior de Toledo? ¿Por qué no en Los Navalmorales o en cualquier rincón de la comarca de La Jara?
No se trata de “convertir el pueblo en una ciudad”, ni de llenar las calles de pantallas. Al contrario. Se trata de usar la tecnología para cuidar mejor lo que ya tenemos: el agua, el campo, el tiempo de la gente, la salud de los mayores, las oportunidades de los jóvenes. La IA, bien usada, no viene a romper nada, viene a sumar. A hacer que muchas cosas sean un poco más fáciles y un poco más eficientes, sin perder la esencia de vivir en un sitio pequeño.
Este texto nace justo de ahí: de la sensación de que el mundo rural no tiene por qué mirar la Inteligencia Artificial desde la barrera. Que no hace falta estar en Madrid o Barcelona para hacer cosas interesantes con estas herramientas. Y que, si se hace con cabeza, un pueblo puede beneficiarse tanto o más que una ciudad.
Antes de seguir: de qué estamos hablando cuando hablamos de IA
A veces metemos en el mismo saco cosas que no lo son. Decimos “tecnología” para hablar de cualquier cosa que tenga cables, y eso complica el debate. Si queremos entender de verdad qué puede aportar la Inteligencia Artificial a un pueblo, ayuda separar tres ideas que muchas veces se confunden.
La primera es la digitalización. Es el paso básico: dejar de hacer todo en papel y empezar a usar herramientas digitales. Que el ayuntamiento permita hacer trámites online, que un negocio tenga ficha en Google, que las cuentas de la cooperativa se gestionen en un programa en lugar de en una libreta. Eso ya es un salto, pero ahí todavía no hay “inteligencia”: solo organización.
Luego está la automatización. Aquí ya pedimos a las máquinas que hagan cosas solas. Programar un riego para que se active a ciertas horas, encender el alumbrado cuando se hace de noche, mandar un correo automático cuando alguien rellena un formulario. Es muy útil, ahorra tiempo y errores, pero sigue siendo un conjunto de instrucciones fijas.
Y por último llega la Inteligencia Artificial. Aquí cambia el juego. Ya no se trata solo de seguir una orden, sino de aprender de lo que pasa, detectar patrones y tomar decisiones con la información disponible. La IA analiza datos, observa qué se repite, qué falla, qué funciona mejor, y a partir de ahí propone o ejecuta acciones. No es magia, pero lo parece cuando empieza a acertar una y otra vez.
Un artículo de 2025 publicado en la revista MDPI sobre agricultura climáticamente inteligente explica, por ejemplo, cómo los modelos de IA permiten anticipar rendimientos, detectar enfermedades en cultivos y ajustar el uso del agua sin tener que ir “a ojo”. Eso, llevado a cualquier zona agrícola de Toledo o de Castilla-La Mancha, es una herramienta muy potente.
Mirar un momento hacia fuera: lo que ya está ocurriendo en otros lugares
Cuando uno vive en un pueblo, es fácil pensar que estas cosas pasan “muy lejos”. Pero si nos asomamos un poco a lo que se está haciendo en otros territorios, la sensación cambia. Porque ya hay muchos pueblos —no ciudades, pueblos— que están usando la IA de formas bastante concretas.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones, dependiente de la ONU, lleva años promoviendo proyectos de Smart Villages. No son maquetas futuristas, son pueblos reales donde se han instalado sistemas de telemedicina, plataformas educativas online, sensores para gestionar mejor el agua o herramientas para mejorar la agricultura. Lo cuentan en su programa “ITU Smart Villages”, donde se ve que el punto de partida no es tener grandes presupuestos, sino tener claro qué problema quieres resolver.
En India, el caso de Satnavri —un “Smart Intelligent Village” bastante citado— muestra cómo una comunidad rural puede combinar conectividad, formación, banca digital y agricultura conectada para mejorar su día a día. No es un pueblo rico, ni especialmente grande. Lo que tiene es una decisión clara de aprovechar las herramientas que existen.
Algo similar ocurre con iniciativas como la “Smart Village & AI Academy” que Huawei mostró en 2025: formación en competencias digitales, apoyo en educación, soluciones de salud y conexión con oportunidades económicas a partir de un nodo tecnológico instalado en un entorno rural. La idea es sencilla: si la gente no puede ir al conocimiento, que el conocimiento vaya a la gente.
En Europa, proyectos como Smart Rural 21 y Smart Rural 27 han servido para documentar experiencias en docenas de municipios pequeños: desde gestión eficiente del agua hasta sistemas de energía renovable conectados, pasando por estrategias digitales de turismo rural. Lo interesante no es el logotipo del proyecto, sino la constatación de que un pueblo puede ser un laboratorio perfecto: se ve rápido qué funciona, se ajusta, se corrige y se mejora con la gente de allí.
Visto así, da menos vértigo. La IA deja de ser un monstruo abstracto y empieza a parecer lo que en realidad es: una herramienta que, si se usa bien, ayuda a resolver problemas muy concretos.
España 2025: lo que dicen los planes y los datos sobre el mundo rural
En España, todo esto no nos pilla por sorpresa. Hay documentos oficiales que hablan claramente de Inteligencia Artificial y de su relación con el campo, las pymes y los pueblos. La Estrategia Española de IA, recogida en el portal de avance digital del Gobierno, habla de aprovechar estas tecnologías para mejorar la productividad, la sostenibilidad y los servicios públicos, también fuera de las grandes ciudades.
En el sector agroalimentario, el III Plan de Acción de Digitalización del MAPA (2024–2026) insiste en algo que los agricultores conocen bien: que el agua, el suelo y el clima son recursos demasiado valiosos como para gestionarlos “a ojo”. En ese documento se recogen líneas de trabajo que incluyen sensorización, modelos predictivos y apoyo a la toma de decisiones, todo ello compatible con el día a día de una explotación real.
A la vez, informes como el de Cajamar sobre los retos y oportunidades de la digitalización en el medio rural recuerdan algo importante: la brecha no es solo de conexión a Internet, también es de conocimiento. Mucha gente aún no sabe qué es exactamente la IA, y es normal que la mire con cierta desconfianza. En un artículo de Cinco Días (El País) se llegaba a citar una cifra llamativa: solo alrededor de un tercio de la población de municipios pequeños declara haber usado alguna herramienta de IA en el último año.
Mientras tanto, en Castilla-La Mancha ya se documentan proyectos concretos. BILIB, el Centro de Desarrollo de Competencias Digitales, ha explicado experiencias de riego inteligente en territorios con problemas de agua, donde sistemas basados en IA ayudan a ajustar el consumo. EUROLAB, por su parte, ha analizado casos de uso de la Inteligencia Artificial en el sector primario español, enlazando la tecnología con la sostenibilidad y la eficiencia.
En resumen: el país se está moviendo, las comunidades autónomas también, y los pueblos que quieran subirse a este tren van a encontrar cierto camino hecho. No es empezar desde cero, es aprovechar lo que ya existe, pero adaptado a la escala local.
Bajar todo esto a tierra: qué podría significar la IA en Los Navalmorales
Una vez visto el mapa general, toca hacerse la pregunta importante: en el día a día de un pueblo como Los Navalmorales, ¿en qué se notaría realmente la Inteligencia Artificial? No en robots caminando por la plaza, desde luego. Se notaría en cosas mucho más discretas, pero muy prácticas.
Empecemos por el agua. En muchos municipios rurales, la red de abastecimiento es antigua y las fugas son un problema silencioso. Un estudio de AEOPAS sobre telelectura de agua y atención a personas vulnerables en zonas rurales explica cómo la lectura automática de contadores, combinada con algoritmos que detectan consumos anómalos, permite localizar fugas y situaciones de riesgo sin esperar a que llegue una factura desorbitada. Esto, aplicado a cualquier pueblo con una red extensa, puede suponer un ahorro grande y una gestión más justa.
Si miramos al campo, la historia es parecida. La experiencia del agricultor seguirá siendo imprescindible, pero puede estar apoyada por sistemas que detecten plagas por imagen, alerten de cambios bruscos en el clima, recomienden momentos de riego o ayuden a prever la producción. Los análisis recopilados por EUROLAB sobre IA en el sector primario español van en esa línea: no se trata de cambiar la forma de trabajar de la noche a la mañana, sino de poner datos al servicio de decisiones que, hasta ahora, se tomaban con mucha intuición y poca información objetiva.
En el turismo rural, la IA también puede jugar un papel interesante. Herramientas que analicen qué busca la gente cuando escribe “pueblos cerca de Talavera”, “escapada rural Toledo” o “qué ver en La Jara” ayudan a saber si lo que contamos de nuestro pueblo responde a lo que realmente se está buscando. A partir de ahí se pueden diseñar rutas recomendadas, asistentes virtuales sencillos que resuelvan dudas básicas, traducción automática de contenidos o campañas más afinadas. No hace falta un gran departamento de marketing: hace falta tener claro qué se quiere enseñar y aprovechar herramientas que ya existen.
En servicios municipales, la IA podría ayudar a priorizar incidencias, organizar mejor tareas de mantenimiento, ajustar el uso de la energía en edificios públicos o responder preguntas frecuentes de los vecinos en horarios en los que la oficina no está abierta. Son pequeños detalles que, acumulados, suponen una mejora clara en la calidad del servicio.
Y luego está todo lo que tiene que ver con el empleo y el talento. Cada vez hay más trabajos que se pueden hacer desde cualquier lugar: soporte al cliente, programación, diseño gráfico, edición de vídeo, gestión de redes sociales, atención por chat, creación de contenidos, consultoría, formación online… Muchas de esas tareas ya se realizan apoyadas en herramientas de IA que facilitan parte del trabajo. Eso abre una puerta interesante: que haya personas que vivan en pueblos como Los Navalmorales pero trabajen para empresas de Madrid, Barcelona o de otros países, sin renunciar a la vida tranquila que ofrece un entorno pequeño.
Riesgos y dudas razonables: no se trata de mirar hacia otro lado
Dicho todo esto, tampoco se trata de idealizar la tecnología. La Inteligencia Artificial tiene riesgos y conviene reconocerlos. Si solo una parte de la población entiende cómo usar estas herramientas, se amplía la brecha entre quienes pueden aprovecharlas y quienes se quedan fuera. Si dependemos demasiado de plataformas que no controlamos, perdemos margen de decisión. Si se implantan sistemas sin formación, lo normal es que generen rechazo, miedo o simplemente que nadie los use.
Los estudios sobre digitalización rural insisten en ello: la clave no está solo en instalar cosas, sino en acompañar el proceso. En formar, explicar, escuchar y adaptar. La tecnología no puede caer como una capa por encima de un pueblo, tiene que crecer desde dentro, con la gente que vive allí. Y eso, aunque parezca un freno, en realidad es una buena noticia: obliga a poner a las personas en el centro.
La IA no viene a sustituir al mundo rural; viene a darle más vida
Al final, todo este recorrido se puede resumir en una idea sencilla: la Inteligencia Artificial no viene a borrar los pueblos del mapa, ni a cambiar su esencia, ni a hacerlos irreconocibles. Viene, si la usamos bien, a reforzar lo que ya somos y a abrir ventanas que hasta ahora estaban cerradas.
Los pueblos que den el paso de explorar estas herramientas con calma, sin miedo pero con criterio, van a estar en mejor posición para atraer visitantes, cuidar mejor sus recursos, ofrecer buenos servicios públicos y, sobre todo, para que sus vecinos puedan elegir quedarse sin sentir que renuncian a su futuro profesional.
Los Navalmorales, como tantos otros municipios, no está condenado a ser un espectador de lo que pase en las grandes ciudades. Puede ser protagonista. Puede decidir qué papel quiere jugar en esta nueva etapa donde la tecnología deja de ser algo lejano para convertirse en una herramienta cotidiana.
La pregunta ya no es si la Inteligencia Artificial va a llegar al mundo rural. Ya está llegando. La pregunta de verdad es cómo queremos usarla. Y ahí, como pueblo, tenemos mucho que decir.
Referencias
- ● AI-Driven Future Farming: Achieving Climate-Smart Agriculture (MDPI, 2025)
- ● ITU Smart Villages Programme — Proyectos de Smart Villages (ONU)
- ● Satnavri — Smart Intelligent Village (India)
- ● Smart Village & AI Academy — República Democrática del Congo (Huawei, 2025)
- ● Smart Rural 21 — Unión Europea
- ● Smart Rural 27 — Unión Europea
- ● Estrategia Española de Inteligencia Artificial (Gobierno de España, 2024)
- ● III Plan de Acción de Digitalización del Sector Agroalimentario (MAPA, 2024–2026)
- ● Retos y oportunidades de la digitalización en el medio rural (Cajamar)
- ● Innovación en riego inteligente en Castilla-La Mancha (BILIB)
- ● IA en el sector primario español — EUROLAB
- ● Telelectura de aguas y cuidados a personas vulnerables en zonas rurales (AEOPAS)
Juan Recuero es desarrollador en BBVA Tech y creador del proyecto Somos Los Navalmorales, una iniciativa personal destinada a poner en valor la identidad, la memoria y la vida contemporánea del pueblo. Puedes seguir su trabajo en LinkedIn y en Instagram a través de @somoslosnavalmorales .
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